Antes de que la alabarda se organizara dentro de los estilos de artes marciales, era considerada un arma de infantería en las fuerzas armadas para diversas épocas y lugares del mundo. Se usaba comúnmente como un arma para "cortar a los caballos" por las patas durante las batallas. El alcance del arma y el peso de la hoja le dan a la alabarda una ventaja significativa en el uso ya que la potencia se genera rápidamente a través de su impulso en los movimientos de golpeo.

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La forma enseña cambios rápidos a medida que la hoja continúa moviéndose en técnicas de corte, giro y barrido. A pesar de que la hoja embotada que usamos en el entrenamiento es mucho más ligera que la del guandao histórico, los ejercicios aún requieren el uso de ambas manos en movimientos fluidos.

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La alabarda ha sido un símbolo en leyendas, así como una opción práctica en tiempos de guerra. Hoy, esta forma nos da una habilidad que usamos para acondicionar el cuerpo con un arma de larga distancia. Usando nuestro organismo como punto de apoyo, podemos generar grandes cantidades de energía y, con práctica y precisión, podemos enfocar esta potencia en el borde de la cuchilla. El entrenamiento incluye técnicas corporales que fortalecen los golpes y enfatizan la naturaleza no ceñida de la alabarda.